23/5/12
El Libro Azul de Avryale de la última partida de rol en vivo. El Libro Azul de un personaje es un relato de todo lo que hizo, pensó o sintió. Aquí el mío :)


Había visto comenzar el día, pero no lo vio acabar. Avryale había observado la salida del sol sentada sobre la rama de un árbol, aprovechando un instante de tranquilidad antes de los momentos tensos y turbios que se acercaban. Aunque hubiera deseado que ese pequeño momento de soledad hubiese durado horas, la elfa no tardó en bajar del árbol y regresar al corazón del Bosque de Luna, a colocarse su nuevo uniforme. Sonrió levemente a su hermano, que gracias a los Dioses se encontraba bien, y dispuesto a unirse al Halantir Endealo. Avryale habia seguido, junto a sus hermanos y hermanas, a la Reina Nonemme ante la muralla de la fortaleza tras la que los humanos de Aguasfuertes se refugiaban. Había observado las miradas de rencor que aquellos humanos, antes compañeros de batalla, les dedicaban. Había escuchado las palabras de Adalastar, disolviendo la Alianza del Valle. Había sentido ojos sobre ella, al igual que sus hermanos. Y habían aceptado la decisión, marchándose con la cabeza alta a buscar su propio camino.
Ningún elfo mencionó nada sobre la flecha de la discordia, aunque sabía que todos pensaban en ello, sin embargo, las prioridades de Nonemme eran bien distintas a las de Adalastar, y ordenó buscar las espadas restantes. Espiaron, observaron y lucharon en su búsqueda, pero nada dio fruto. Odiaba reconocerlo, pero Avryale supo que sin las huestes de los humanos poco podía hacer su pueblo frente a la Alianza de Sangre. Aún así, ella siguió aceptando órdenes y siguió luchando.
Sin embargo llego un momento en el que la lealtad de los elfos se puso a prueba. Observaron durante unos instantes, escondidos entre la maleza, cómo Aguasfuertes se preparaba para luchar contra los norteños y los Drow. En ese momento la reina gritó “¡Luchamos junto a Aguasfuertes!”. Nadie dudó. Todos, fieles a su reina y a Finubar, su padre, cargaron sorprendiendo a la Alianza de Sangre y a los humanos de Aguasfuertes por igual, y la tierra comenzó a beber sangre. Entre gritos y golpes Avryale vio a sus antiguos compañeros de guerra, con los que volvió a luchar codo con codo. No le importaban, pero recordaba sus rostros preguntándose si ellos la recordarían a ella, saltando entre sus enemigos y haciendo bailar sus espadas. Gritaba órdenes en élfico para sus hermanos, e inclusó salvó la vida de un par de humanos, uno de ellos viejo conocido, el otro, alguien que en su momento la había desafiado. No supo porqué lo hizo, tan sólo detuvo su carrera junto al hombre que trataba de levantarse, echó su mano sobre su hombro y lo arrastró con todas sus fuerzas lejos de la batalla. Cuando lo soltó, a salvo, le miró fugazmente y volvió a la batalla.
No supo cuánto tiempo pasó, pero parecieron horas. Observó no muy lejos cómo Iverulissë tuvo que recurrir a su daga, e incluso la vío clavar sus flechas con sus propias manos, acosada por norteños y Drows. Avryale se lanzó, veloz, sobre su compañera, tratando de librarla de aquella masa de carne y acero. Juntas consiguieron eliminarlos, sin embargo volvieron a cargar sobre ellas, y aunque lucharon juntas, Ivy, su fiel amiga, cayó de rodillas ante una estocada brutal. Avryale, tras un grito desgarrador y furioso destrozó cuanto tenía a su alrededor, sin observar la flecha que se clavó en su hombro, y sin a penas sentir la lanza que se clavó en su costado haciéndole perder el equilibrio y caer de rodillas. Notó algo más sobre su cuerpo, pero su mirada estaba ya borrosa. Entonces, aún cuando el sol todavía brillaba, Avryale cerró los ojos. 
11/5/12

Otro pequeño relato de Avryale, a ver qué os parece :D
(Por si quereis leer el anterior... click aquí)

 Abrió los ojos despacio. Una bruma gris envolvía su cuerpo desnudo, el lugar no tenía ni principio ni final. A su alrededor todo era de un gris que se transformaba en negro al final del todo. Una luz blanquecina llegaba desde arriba, desde algún lugar. La elfa miró a su alrededor. Sabía bien dónde se encontraba.

–No deberías abusar de mí. –Una voz, casi un susurro, hizo que se le erizase el vello de la nuca.
Aquella voz femenina, sensual, provenía de sus espaldas. Avryale se dio la vuelta despacio, observando a su anfitriona, cuyos fríos ojos azules se clavaban en ella. Se paseó dando vueltas a su alrededor, como un cuervo sobrevolando un cadáver, sus brazos doblados a la altura de su cintura, sosteniendo un velo gris, casi transparente. El cabello de la dama, de un gris más claro caía en una cascada lisa y suave por su espalda, hasta casi llegar a sus rodillas, y las faldas de su vestido, hecho jirones grises y negros arrastraban por el suelo abriéndose paso a través de la bruma.
–No lo hago a propósito y lo sabes. –Contestó la elfa.
–Cierto, pero deberías tener más cuidado. No eres prudente. –La dama se acercó más a ella.
–Lo intento. Pero a veces es complicado, las cosas se tuercen.
Hubo una pequeña pausa, donde la dama le dedicó a la elfa una mirada incrédula. Tras un lento pestañeo, bajó su vista a un lado de Avryale, a la altura de su cintura, observando la reciente aparición.
–Pues no vas mal acompañada. ¿No te defiende bien? –Preguntó, refiriéndose al espíritu que se encontraba al lado de la guerrera.
Translúcido, compuesto por un elemento más consistente que el humo, pero de un brillante azul, casi blanco, un puma que casi se fundía con la bruma del lugar movía su fantasmagórica cola, enroscandola en las piernas de su protegida.

–Ya te he dicho que a veces las cosas no salen como esperas.
–Sí, lo sé muy bien.
–¿Vas a ayudarme o no?
–Estás cumpliendo correctamente tu parte del trato, así que... sí.
Avryale trató de ocultar su alivio. Debía mantenerse firme ante ella.
La dama se acercó más aún. El espíritu gruñó un instante, al ver extender la mano de la mujer hacia el rostro de su dueña. Posó sus dedos sobre la frente, antes de hablar.
–Te va a quedar una buena marca. –La elfa no contestó. Le daban igual las cicatrices.– Vuelve a tu carne, guerrera del pueblo de los Segundos Hijos. Esquivas a la muerte por gracia de la Guía Gris.

* * *
La cicatriz le cruzaba la espalda desde el hombro derecho hasta la parte izquierda de la cintura. Tuvo que guardar reposo unas semanas, hasta que la herida se cerró y podía vestirse y cargar peso sin sufrir en exceso. Fue entonces cuando llegaron las órdenes desde Gilianne.  

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