2/9/12
Lo sé, tengo esto abandonadísimo, pero es que hasta ahora no se me ocurría de qué hablar! Aunque realmente no vengo a decir nada, si no a dejar por aquí un relato... si alguien lo lee sería genial que comentara para opinar! Volveré pronto para contar cosillas!

Mientras su carrera por las ramas de los árboles era cada vez más frenética y desesperada, Avryale observo horrorizada cómo, delante de ella, los árboles acababan. Había llegado al lindero del bosque y aún no habían dejado de perseguirla. Tenía las manos entumecidas y sangrantes por apoyarse en las ramas y agarrarse a ellas. Pensó que de un momento a otro las piernas se le pararían, llevaba corriendo y saltando de una rama a otra demasiado tiempo, y cada vez notaba más el peso del zurrón y las bolsitas que portaba.

Escuchó los gritos detrás de sí. Bajo ella, cabalgando en tierra firme la alcanzaban dos guardias y una hechicera, quien estaba comenzando a conjurar. La elfa trató de avistar entre las ramas qué había al otro lado, donde acababa el bosque; no pudo observar nada con claridad, pero escucho el murmullo del agua. Debía pasar un río, quizá allí pudiera perderlos, pero no estaba segura de si podría seguir corriendo mucho más, su cuerpo estaba agotado.

De pronto, cuando ya alcanzaba a ver el río y se preparaba para saltar a tierra firme escuchó un brevísimo siseo que precedía a una gran explosión de fuego. Avryale pudo cubrirse la cabeza con los brazos a tiempo, pero la explosión la hizo caer al suelo y rodar hasta golpearse con las piedras de la orilla del río. Se levantó como pudo entre gemidos de dolor, tenía astillas de las ramas de los árboles clavadas en brazos y piernas. Por suerte no eran demasiado grandes, pero suficientes como para reducir su velocidad.

–-¡¿Dónde está!? –Escuchó que los gritos se aproximaban. – ¡Espero que no la hayas matado, Kara! ¡Moriremos nosotros si es así!

–¡Cállate imbécil! La he visto caer, seguro que… ¡Allí! –La hechicera señaló a la elfa, que se tambaleaba hacia el agua.

Había conseguido quitarse tres de las astillas más grandes antes de entrar sin miramientos en el agua. Notó cómo el helor de la misma se clavaba en su piel, pero entumecía sus heridas, así que continuó vadeando el río como podía. Escuchó cómo se acercaban los caballos a la orilla y comenzaban a entrar en el agua. Avryale pensó que si el río era profundo no la seguirían, ni con caballos ni a pie, porque se hundirían por el peso de las armaduras; sin embargo el agua a penas le llegaba al pecho; miró a su alrededor, buscando una alternativa. Más arriba observó una gran roca en mitad del río; a su alrededor había un pequeño salto de agua y un remolino, aquella zona debía de ser bastante más profunda. Era arriesgado nadar a contracorriente con la fuerza que portaba el agua, pero peor aún era dejarse capturar, de modo que comenzó a vadear río arriba sin saber de dónde sacaba las fuerzas.

No volvió la mirada para observar a sus enemigos hasta que llegó a la enorme roca, a la que se agarró rápidamente antes de hundirse en el pozo que había bajo el agua. Durante un brevísimo instante observó sus manos agarradas a la roca, sobre la que resbalaba el agua mezclada con su propia sangre. Se mantuvo allí aferrada, temblando de frío y dolor hasta que uno de los guardias desmontó y entró al río, tratando de alcanzarla. Sin saber el profundo pozo que le separaba de la elfa, el hombre vadeó el río hasta ella, que se quedó quieta, esperándole y ocultando una roca en su mano. Cuando el guardia dio un último paso para agarrarla, tropezó con la zona más profunda y se hundió. El hombre agitaba los brazos tratando de salir del agua, pero Avryale nadó hasta él, empujándole con las piernas y golpeándole varias veces en la cabeza con la gran piedra que había cogido. El agua del río comenzó a teñirse de rojo, pero ya no sólo por la sangre de la elfa. Con el peso de la armadura el cadáver del guardia fue hundiéndose y acabó siendo arrastrado por la corriente.

Avryale volvió como pudo a la roca, agarrándose de nuevo a ella y fijando su fiera mirada en la hechicera y el guardia que habían observado la escena desde la orilla. Él espoleó a su caballo y accedió al río por la zona menos profunda, comenzando a cruzarlo. Al verlo, Avryale se puso en movimiento en seguida, soltándose de la roca y comenzando a nadar y a vadear el río con verdadera dificultad hasta la orilla contraria. Estaba agotada.

Cuando pudo dejarse caer sobre tierra firme trató de recuperar el aliento y se arrastró más lejos del agua, pero no tuvo tiempo de incorporarse, pues el guardia ya se había aproximado a ella y trataba de agarrarla de la ropa. Los reflejos de la elfa la hicieron sacar una daga con un respingo y lanzó un tajo sobre la muñeca del guardia quien la soltó al instante. Ella aprovechó su quejido para cortar la estribera y la cincha de la montura, de modo que el guardia se precipitó al suelo y el caballo se encabritó, lanzando patadas al aire, el animal salió huyendo, sin embargo el hombre logró soltar su otro pie del estribo y no salió a rastras del animal.

La elfa se acercó rápidamente al guardia, que trataba de incorporarse, daga en mano, pues no tenía ni tiempo ni fuerzas de sacar sus espadas, se sentó encima de él a punto de clavarle la daga, pero este le propinó un puñetazo y trató de sujetarla por las manos. Ella forcejeó hasta que pudo soltar la mano de la daga y comenzó a acuchillar el cuello del hombre, al aire, pues había perdido su gorjal.

La hechicera observaba horrorizada la escena desde la otra orilla. Vio cómo después de asestar infinitas puñaladas a su compañero la elfa se incorporaba con extrema dificultad, cubierta de sangre propia y ajena, empapada y sucia, y clavaba su mirada en ella. Kara era novata, no había visto jamás una ferocidad así en una mujer. Se le habían quedado grabados los gritos que la elfa emitió mientras acuchillaba al guardia. De pronto Avryale levantó el brazo, señalándola con la daga y su voz se alzó por encima del estruendo de la corriente del río.

–Ven a por mí.

La mente de Kara se quedó en blanco y no pudo hacer más que dar media vuelta con su caballo. Si pretendían capturarla necesitaba refuerzos.

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